La Organización mundial para la Cooperación el Desarrollo Económico (OCDE) realiza periódicamente una evaluación internacional de estudiantes en la cual califica habilidades y conocimientos de ciencia, lectura y matemáticas. Los resultados de la última arrojan que China se sitúa en el primer lugar con 1736 puntos, mientras que Estados Unidos desciende al puesto 22 con 1485 puntos, a penas por encima del promedio mundial. Este es un indicador que sirve para aproximarnos al nivel de conocimientos básicos que dispone la fuerza de trabajo china.

Desde inicios del siglo XXI China extendió en sus instituciones públicas las matrículas en educación superior concediendo apoyos a todos los niveles. Por el contrario, en Estados Unidos los jóvenes estudiantes, debido a la excesiva mercantilización de la educación, enfrentan problemas angustiantes para poder financiar los estudios universitarios. De esta manera en China se evidencia un aumento del número de egresados en las carreras de ciencias, computación, ingenierías y matemáticas, indispensables para el desarrollo científico, tecnológico y la innovación. En 2020 algo más de medio millón de estudiantes chinos cursaban estudios superiores en Estados Unidos, es decir el 50 % de la totalidad de los extranjeros que se forman en universidades norteamericanas. Ello significa que debemos cambiar la idea de la que potencia asiática esta insertada en el capitalismo por una fuerza de trabajo numerosa, barata y con baja preparación.

Respecto de la inversión en I+D Estados Unidos dedica el 2,7 de su PIB. El 71 % corresponde a las empresas, un 11 % al gobierno, un 13 % a universidades y un 4 % al sector privado no lucrativo. China destina a este apartado el 2 % de su PIB. El 77 % corresponde a las empresas, un 15 % al gobierno y un 6 % a las universidades. Estas cifras expresan un esfuerzo planeado con la intención de desarrollar fuerzas productivas que superen la subordinación en materia científico-tecnológica ante los Estados Unidos y con ello establecer estándares científicos propios.

En 2018 el motor de la guerra económica impulsada por Trump contra China se sitúa en la tecnología, y en su núcleo, es decir los circuitos integrados o microchips que son la llave para la cuarta revolución industrial que se basa en biotecnología, nanotecnología, inteligencia artificial, información y comunicación y el transporte. Es lo que diversos autores denominan la guerra híbrida que intenta frenar el avance en sectores estratégicos que eviten el desarrollo de fuerzas productivas en los semiconductores donde China presenta aún debilidad. Por eso existe una constante tensión por la isla de Taiwán, país que elabora el 80 % de los microchips mundiales. Las empresas chinas producen el 90 % de las computadoras y el 75 % de los teléfonos móviles del mundo, pero dependen de los insumos externos pues sólo producen el 16 % del total de los circuitos integrados.

Desde inicios del siglo XX hasta el año 2017 la inversión de Estados Unidos en I+D creció un promedio anual del 4,3 %, mientras que en el mismo lapso temporal China lo hizo en un 17 %. Como consecuencia la producción científica china se incrementa un 8 % el doble del total de la producción mundial. Este impulso está modificando su lugar en la división internacional del trabajo. En 2020 China superó a los Estados Unidos en la solicitud de patentes a nivel mundial. Destacan en tecnologías computacionales y comunicación digital, donde ya disputa el primer lugar a Estados Unidos. En las solicitudes por empresa lidera Huawei (China), seguida de Samsung (Corea del Sur) y Mitsubishi (Japón). La incursión en la definición de los estándares tecnológicos (arquitectura tecnológica) por parte de China tiene como objetivo delinear las tecnologías del futuro, principalmente inteligencia artificial, flujo de datos y telecomunicaciones.

Este cambio producto de la nueva revolución industrial establecerá las bases para un nuevo ciclo económico que determinará la geopolítica del presente siglo. Ello no significa que dejarán de ser esenciales las viejas estructuras de acumulación, pero estas tenderán a la obsolescencia o pérdida de importancia relativa. En Estados Unidos el proceso de desindustrialización y especialización en los servicios (comerciales, financieros, bancarios, aseguradoras e inmobiliarias) tiene efectos negativos en el ámbito educativo y científico-tecnológico. Para el capital estadounidense no es prioridad la formación de cuadros universitarios para la industria, toda vez que la producción material se ha deslocalizado hacia China y otros países asiáticos. Este desinterés afecta a la producción colectiva de conocimiento, la reproducción de la fuerza de trabajo y la formación de las elites económico-políticas que se asumen como líderes en el mundo. En China, por el contrario, se observa un acelerado proceso de formación de fuerza de trabajo especializada y fomento de i+d para satisfacer las necesidades de sus procesos productivos.

Como sostiene el internacionalista Molina Álvarez, en quien nos apoyamos para recopilar la información de este artículo, la crisis detonada por la pandemia evidenció graves fallas del capitalismo (salud, empleo y pobreza), que cuestionan la hegemonía de Occidente. También reveló cambios de primer orden que nos llevan a una transición hegemónica histórica desplazándose esta desde Occidente a Oriente, estableciendo un eje económico asiático y eventualmente (de concretar el proyecto chino) dentro de un sistema socialista. La realidad muestra una acelerada construcción de infraestructuras e instituciones que permiten “dictar las normas de la reproducción” en el continente que cuenta con mayor población, mayor tamaño territorial y mayores recursos naturales.


Centro estudios caribeños. PUCMM. Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846.

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