A finales del siglo anterior la historiografía latinoamericana revisó con renovado interés el proceso de desintegración de la monarquía hispánica y muchos autores empezaron a cuestionar los relatos ideologizados de las independencias y las mitologías nacionales. En el mundo hispánico, a partir de 1808, se abrió un tiempo de vastas transformaciones que provocaron una inflexión mayúscula que lo llevó a transitar del corporativismo al individualismo. Desde ese entonces, las diferentes rupturas políticas contempladas como fenómenos independientes pasaron a interpretarse como parte de un proceso común que, bajo una gran variedad de conjugaciones modernas, dieron paso a una nueva gramática política que derivó hacia múltiples identidades en donde los espacios nacionales desplazaron a los imperiales.

Construir el nuevo proyecto político necesitó de una historia común y para ello consolidar unos mitos nacionales que crearan identidades cohesionadoras de la ciudadanía, un esfuerzo radical para la nueva formulación social nacida de las revoluciones liberales. Esta revolucionaria propuesta creó comunidades imaginadas para lo cual el nuevo ente político, el Estado Nación, construyó una memoria hecha a su necesidad y donde la historia se volvió una disciplina determinante en este viaje político. Nacieron los archivos nacionales y las academias de historia con el objetivo de crear un relato que unificara el sentir y legitimara la nación. Hoy día en el siglo XXI, las academias ya no son referentes de los relatos nacionales sobre todo desde la profesionalización de la historia y la consolidación de esta disciplina en el mundo académico. Una historia científica y menos ideologizada se ha desarrollado en un mundo cada vez más global que, de una parte, cuestiona los rígidos marcos interpretativos establecidos por las fronteras nacionales y de otro centra su interés, atendiendo a las preocupaciones del presente, en el mundo que impulsó la globalización desde los inicios de la edad moderna.

La temprana globalización del XVI y XVII, acelerada en el XVIII por holandeses, ingleses y franceses, subraya el protagonismo temprano de la Monarquía hispánica en el proceso. La nueva historiografía comparada y trasnacional se concentra en las conexiones y considera sus efectos en el territorio, buscando el proceder de las redes sociales construidas, en la explotación de los recursos naturales asociados al consumo, en los múltiples caminos del mar y en los variados vínculos que permiten entender los procesos locales en una dimensión más apropiada.

Llegados a este punto comentaremos un interesante trabajo de Pablo Ortega del Cerro, un joven historiador que ha logrado actualmente evidenciar el papel crucial que la ciencia y los hombres de la armada hispánica jugaron en este apasionante proceso de expansión mundial más allá del poder naval inglés a finales del siglo XVIII. En un primer momento, en su libro El devenir de la élite naval. Experiencia de los oficiales de la armada en tiempos de cambio, desentrañó a partir de un estudio de corte sociológico quienes fueron esto avezados agentes imperiales de formación científica que adaptaron el imperio a su tiempo y llevaron la ciencia, la cartografía y la tecnología hispánica a una competencia de igual a igual con los británicos, un periodo y acontecer histórico obviado por la pesada carga del relato que el mundo protestante y judío europeo construyó contra el católico -la leyenda negra- que impidió que nuestro mundo en español fuese y sea considerado en las tradiciones científicas occidentales y que con unas apocadas tradiciones historiográficas nacionales hemos sido incapaces de revertir.

Ahora se edita otro trabajo que a los estudiosos del Caribe y de la historia de América en general nos abre la puerta para la reflexión y el debate más allá del mundo Atlántico. La escuadra de Asia. Guerra, comercio e información en el ocaso de la primera edad local 1795-1783. Continuando con su labor de largo aliento aborda, en esta ocasión, el papel que la armada hispánica tuvo en el contexto global de finales del siglo XVIII insertando su estudio en uno de los debates historiográficos más sugerentes de nuestro tiempo. La categoría de lo global ha supuesto una compleja reflexión entre los historiadores que tratan de dilucidar ¿qué es?, ¿qué propósitos tiene? y ¿cuáles son sus límites? Lo que es indudable como argumenta Peter Stearns, es que debemos acceder al contexto histórico de la sociedad globalizada que vivimos de forma que necesitamos una historia que muestre como nacieron las relaciones mundiales y como se han formado e interactuado, entendiendo que la globalización es la transformación de los fenómenos locales en mundiales.

El siglo XVIII, como muestra este libro sobre la expedición de una armada española a Asia a través del derrotero de sus barcos y reconstruido con los diarios de navegación del jefe de la escuadra don Ignacio María Álava, fue el tiempo donde las interconexiones mundiales crecieron y los vínculos y lazos que unieron al globo se hicieron más fuertes adquiriendo nuevas formas que consolidaron unas interdependencias cada vez más estables. En concreto, la segunda mitad de este siglo fue crucial para la expansión del conocimiento del planeta, nuevas rutas, nuevas informaciones y numerosas experiencias atravesaron el globo en todas las direcciones estimulando la curiosidad sobre las nuevas culturas, los idiomas y los productos exóticos que inundaron el mercado mundial.

Doce capítulos bien documentados y apoyados en una minuciosa bibliografía internacional que reconstruyen la larga y compleja navegación de unos hombres que casi por una década protegieron Manila y Cavite del poderío naval británicos, defendieron el comercio pacífico de la Nueva España y abrieron nuevas rutas de navegación más expeditas por el océano Pacífico, un trabajo cuidadosamente urdido entre la microhistoria y la interpretación global y que invitamos a leer por lo sugerente de su propuesta.


“Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”, dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC, España y financiado por la Unión Europea, Horizonte 2020, código No 823846.

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