Don Nazario Reyes consideraba la madera de algarrobo como la más resistente para el estiramiento de los bueyes

Los trapiches son pequeñas industrias que rememoran la época colonial, aunque algunos han desaparecido de la región Este, muchos por la desaparición física de sus propietarios, otros por no encontrar el apoyo financiero de los gobiernos en los últimas 50 años.

“Caramelo, Indio, Caramelo, Indio, Caramelo, Indio”. Con este estribillo son arengados los bueyes que se encargan de mover el trapiche “El Coco”, un ingenio artesanal que a los 132 años, 57 de ellos operando de manera ininterrumpida sigue sacando el jugo de caña para procesar el melao, que es utilizado como materia prima en la fabricación de dulce de naranja, masita, caramelo, jalao y otras exquisiteces.

Cada mañana, de domingo a lunes Nazario Isidro Reyes, último heredero de la familia Reyes, se traslada de Hato Mayor del Rey hasta siete kilómetros a la comunidad de El Coco del distrito municipal Mata Palacio para llegar a donde opera la reliquia más antigua de moler la caña para sacar el guarapo, que luego lleva a la candela para hacer el melao, de cuya sustancia se fabrican distintas variedades de exquisiteces.

Historia

La vieja estructura está confeccionada con tres rolos o masas de árbol de algarrobo, capá o cedro, y un brazo en madera de unos 9 pies, donde son atados a una yunta los bueyes que se encargan de mover la máquina artesanal para soltar el jugo de la caña, que va introduciendo en los rolos el timonel.

Aunque en el pasado existieron otros trapiches en Hato Mayor y otros puntos del Este, es el de El Coco el único que prevalece en el tiempo, constituyéndose en ícono de la economía y estructura emblemática de provincia.

Este lugar se ha convertido en centro de peregrinación tanto de turistas como de excursionistas universitarios, quienes llegan al lugar movidos por la fama del dulce extraído de la caña.

Es una estructura de pocas cobijas, que evidencia la miseria y carencias de los servicios indispensables en la comunidad productora de caña y crianzas de ganado.

En la pequeña y rudimentaria estructura se produce el guarapo, que luego mezclado con fárfaras o cáscaras de naranja agria en caldera a fuego rápido se convierte en melao melcochoso, utilizado para la fabricación de dulce de naranja, melcocha, jalao, caramelo, masita y dulce de naranja en almíbar de importantes ciudades costeras de la región Este y mercado de Santo Domingo.

La estructura del viejo trapiche está confeccionado con tres rolos o masas, que es por donde pasan el bagazo de la caña y al triturarse o molerse va dejando caer el guarapo, que tomado crudo da una sensación al paladar de un jugo procesado.

Don Nazario Reyes, fundador del Trapiche de El Coco consideraba la madera de algarrobo como la más resistente para el estiramiento de los bueyes.

Su hijo Nazario Reyes Cueto, desde la muerte de su padre hace unos 40 años no ha hecho más nada en su vida que no sea ser trapichero, tarea que inició desde que tenía seis años y ayudaba a pasar la caña a la máquina de madera.

Doña Chela junto a hijos y nietos. Emilio Florimón con su esposa Chela e hijos. Emilio Florimón. Tapiche o ingenio Sanate en Higüey.

Cuando se le introduce poca caña a la masa, los bueyes solo tienen que dar una sola vuelta, que se establece en un espacio de cinco metros cúbicos.

El ingenio artesanal funciona desde hace 45 años en el lugar donde actualmente estaba, pero antes estuvo más escondido y don Nazario Reyes padre llegó a utilizarlo para fabricar el alcohol crudo, conocido como Triculí.

Es un ingenio sin chimenea, movido por la fuerza bruta de los bueyes, que en su movimiento van dejando el néctar de la caña y elevando el entusiasmo de quienes lo manejan, así como alegrando a quienes pueden disfrutar de ver este espectáculo del turismo sostenible en Hato Mayor.

L a caña utilizada en el trapiche es producida en 40 tareas, propiedad de la familia Reyes, en El Coco.

La tradicional molienda se inicia desde en el mes de marzo de cada año, cuando inicia la temporada de caña. Se toma en cuenta la siembra de la caña en surcos, de forma que al llegar el verano la misma obtenga la suficiente consistencia para molerla.

“Sembramos la caña, la limpiamos de las malezas y dejamos que se desarrolle para luego llevarla al trapiche”, expuso Nazario Reyes Cueto.

Asimismo dijo que, después de seis o siete meses, para mediados de febrero y principios de marzo todo está listo para la molienda que dura en ocasiones hasta cuatro horas y se hace tanto en horario de la mañana como en la tarde.

Ruta del trapiche

Dado el valor histórico, cultural y la atracción turística que envuelve la producción de melao y guarapo de caña de azúcar en la comunidad de El Coco, el Ministerio de Turismo dejó establecida la anhelada Ruta del Trapiche, con la cual se busca dinamizar la industria del melao y atraer turistas nacionales y extranjeros.

El Fondo Especial de Desarrollo Agropecuario (FEDA), que dirige Edmigdio Galván rehabilitó el trapiche con una inversión de más de RD$1.5 millones.

Consta de un salón de exhibición, baño, enramada de cocción del melao y área para fabricar y pesar el dulce de naranja.

Trapiche de Don Felimón

El francés Emilio Florimón (don Felimón) se estableció a principios del siglo XX en el paraje Santana, sección El Manchado, al este de Hato Mayor del Rey donde construyó un Trapiche con fines comerciales. El pequeño empresario mantuvo operando el ingenio artesanal hasta la hora de su muerte en 1978, tras padecer cáncer de próstata y otros problemas renales.

El trapiche operó en 149 tareas, donde además se cultivaba el “Paolo Dulce” o caña de azúcar, que era utilizado como materia prima para extraer el guarapo con el cual se procesaba el melao, utilizado en la elaboración de dulce de naranja en pasta, caramelo, jalao, masita y para endulzar café, chocolate y leche en el hogar.

Don Felimón almacenaba el melao en latas metálicas y barriles de madera, que luego iba vendiendo por medidas de botellas y galones a vecinos que iban por el néctar de la caña para endulzar café y chocolate, entre otros.

Aníbal Florimón (Pulilo), hijo del pequeño empresario Emilio Florimón explica que la mayor producción, su padre la vendía a comerciantes de Higüey, San Pedro de Macorís y Santo Domingo.

Para 1940, Florimón vendía a 10 centavos la botella de melao y el galón a 50. Cada año cultivaba 50 tareas de caña para la molienda y obtener su néctar.

Los bueyes

A los bueyes que movían el pequeño ingenio artesanal se le habían asignado nombres llamativos, a los que cada uno respondía cuando eran arengados a la molienda. Los principales se llamaban “Miguelito”, “Capitán”, “Metralla” y “Campo Alegre”.

“Campo Alegre era tan bueno, dócil y doméstico que lo aparejaban para ir al pueblo a llevar el melao en cajones”, afirmó Pulilo.

Chela Peguero, esposa de don Felimón se encargaba de guardar el dinero generado por la venta, a quien se le tenía como mujer con dominio y cultura de ahorro.

La molienda en el trapiche se iniciaba a la 3:00 de la madrugada de lunes a sábado y la misma estaba a cargo de sus hijos: Menta, Teodoro, Gregorio y Pulilo. Lo hacían a esa hora para aprovechar la baja temperatura y molían hasta 33 latas del guarapo en el día.

La molienda duraba desde temprano de la madrugada hasta pasada la 9:00 de la noche, o hasta que quedaran palos dulces para introducir a las mazas del trapiche, que hacían girar los amaestrados bueyes de Felimón.

Para la elaboración del melao echaban cáscaras de guazuma, cuya baba que soltaba servía para solidificar el néctar de la caña, puesto a fuego continuo para su procesamiento.

Trapiche El Cercado

Bernardino Peguero operó su trapiche en la comunidad de El Cercado, específicamente entre pastizales, a orilla del río Cibao.

En el lugar aún se pueden apreciar vestigios de aquel ingenio artesanal que se convirtió no solo en el sostén económico de su familia, sino en un atractivo para lugareños y visitantes que se entusiasmaban por conocer cómo se extraía el néctar de la caña y se elaboraba el melao, que utilizaban en la fabricación de jalao, masita, cocada, se endulzaba el café, la leche y el chocolate de cacao artesanal.

Bernardino instaló su trapiche durante la dictadura del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo Molina, de quien se ha dicho llegó al lugar a probar el melao de Bernardino, movido por la fama.

Al igual que Emilio Florimón, el trapiche de Bernardino Peguero utilizaba cáscaras de guazuma para lograr pureza, buen sabor y olor en el melao.

Envase para almacenar el melao.

Primeros trapiches

Existen evidencias de que el primer ingenio o trapiche se instaló en las cercanías de La Concepción de la Vega en 1504, y ahí se hicieron los primeros ensayos para cristalizar azúcar.

A Hernán Cortés se le atribuye fundar el primer trapiche del continente americano en la región de Los Tuxtlas, cerca del Golfo de México a principios del 1500 y desde los inicios de la época colonial, se cultivó la caña y se produjeron azúcar y derivados: panela, miel, aguardiente en varias regiones de la Nueva España.

Los tamaños de los trapiches variaban; había unos que incluso contaban con espacios divididos para la molienda y para la casa de purga. Otros tenían horno para los panes de azúcar y otros que simplemente llegaban hasta la cocción de la miel y la preparación de conservas.

En las riberas de los ríos Sanate y Chavón llegaron a establecerse dos pequeños ingenios o trapiches, el último operado por los hermanos Antonio y Alonso de Trejo, que luego fueron desterrados del país por serías acusaciones de crímenes y abusos a mujeres.

A los Trejo se le atribuye la advocación mariana, al llevar una efigie de la Virgen de la Altagracia al antiguo templo de iglesia San Dionisio en Higüey.

La tradición histórica establece que este ingenio molía su caña por la fuerza hidráulica de las aguas del rio Sanate y llegaron a trabajar como esclavos indígenas y negros africanos.

Como no había mercado interno local para aquel consumo del azúcar, esta se transportaba por el embarcadero de San Rafael del Yuma para la ciudad de Santo Domingo, para de ahí exportarla a países de Europa.

Su ingenio inició operación a principios del siglo XVI. El Sanate fue propiedad del español Juan de Villoria, y estaba ubicado cerca del Salto del río Sanate, a unos 10 kilómetros de distancia de la provincia de Higüey.

Excursión
Considerado como el “ingenio del melao”, con más de 132 años de historia, el lugar se ha convertido en centro de peregrinación de turistas y excursionistas universitarios.

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