La construcción del canal de Panamá fue una obra de ingeniería prodigiosa y sin precedentes, un acontecimiento histórico de gran importancia y un drama humano arrollador parecido al de una guerra. Durante cuatro décadas constituyó el esfuerzo en construcción de infraestructura más grande y costoso en el continente y afectó la vida de decenas de miles de personas de todas las clases sociales, etnias y nacionalidades. Fue un suceso de asombrosas consecuencias para el capitalismo financiero, la ciencia médica y marcó avances novedosos en la ingeniería, la planeación gubernamental y las relaciones laborales. Fue un sueño que se hizo realidad en los umbrales de la primera guerra mundial.

El cruce de los 77 kilómetros que lo constituyen se realiza en 9 horas lo que reduce los tiempos de navegación y acorta las distancias del comercio mundial, pues antes de su construcción los barcos debían navegar hasta el estrecho de Magallanes, en el extremo sur de América, para cruzar del océano Atlántico al Pacífico. Según datos oficiales de la Autoridad del Canal de Panamá, en el año 2022 transitaron un total de 13489 barcos, lo que promedia aproximadamente 37 barcos diarios. Desde su inauguración en 1914 lo surcaron más de un millón de barcos. La mayoría son de bandera estadounidense, un 68 % del total. En segundo lugar, se ubican los de China con el 18 %, y en tercer y cuarto lugar los barcos de bandera chilena y japonesa, que en conjunto suman el 11 % del total.

Durante la mayor parte de su historia el canal estuvo bajo la administración estadounidense con unos criterios operativo y de servicios diferentes a los del transporte marítimo comercial internacional. Sin embargo, desde inicios del presente siglo el canal, bajo administración panameña, sufrió cambios importantes debido a la profunda transformación de las actividades marítimas mundiales por las exigencias de la globalización, lo que implicó una ampliación del canal entre el 2009 y el 2016.

Como primera economía del mundo y potencia hegemónica continental Estado Unidos se ha servido de esta infraestructura comercial tanto en el plano económico como militar pero hoy en día la controversia con China está servida. Desde 2017 Panamá abrió relaciones diplomáticas con la potencia asiática y entre los acuerdos firmados está el entendimiento sobre la Cooperación en el Marco de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Iniciativa Marítima de esta para el siglo XXI. Fue la primera vez que China rubricó un acuerdo para incorporar a un país latinoamericano. A pesar de la presión estadounidense hacia los gobiernos de la región China ha seguido ganando una presencia que cada vez se hace más evidente en todo el continente.

En septiembre de 2023 durante el encuentro entre Panamá y de China se trataron temas como la calidad del café nacional, aranceles, certificaciones y registros de importación. La importación y exportación de alimentos fue uno de los temas cruciales. En la reunión se llegó al compromiso de trabajar en un paquete de acciones conjuntas para fortalecer, facilitar y estimular las exportaciones desde Panamá a China.
Mientras tanto en el vecino país de Nicaragua el empresario chino Wang Jing, dueño de la firma que propuso años atrás construir un canal interoceánico por Nicaragua, celebró hace menos de un mes la decisión de Managua y Pekín de restablecer relaciones diplomáticas. En diciembre pasado el gobierno de Daniel Ortega rompió relaciones con Taiwán, la ruptura se produjo en medio de las tensiones existentes entre Pekín y Washington por Taiwán y tras el aumento de las sanciones económicas y migratorias estadounidenses contra el gobierno de Ortega, reelecto para un cuarto mandato consecutivo. Wang, dueño de la firma HKND, expresó que “Nicaragua está destinada a convertirse en el eje más importante de la Franja y Ruta, a través del Pacífico y el Atlántico”, aunque no aseguró si reanudará el proyecto de apertura de un nuevo canal. “Franja y Ruta” es la plataforma de cooperación y comercio internacional que promueve China desde 2013 con más de 100 países involucrados, se la conoce también como la nueva Ruta de la Seda. El asesor gubernamental Laureano Ortega, aseguró que “Nicaragua está dispuesta a formar parte activa en la construcción de esta franja.” China ha fijado sus ojos en los pequeños países centroamericanos y en diversas islas del Caribe y sigue aumentando su presencia en América Latina, como se aprecia en Brasil y Colombia.

Dividido en conflictos internos que fracturan políticamente el país y externos como la guerra de Ucrania o el polvorín de oriente medio, el cansancio norteamericano es evidente como demostró la poco decorosa retirada de sus tropas de Afganistán. Estados Unidos dilapidó el triunfo de la guerra fría en empresas irreflexivas como las de Irak y Afganistán dando tiempo y espacio a China que la alcanzó en la carrera tecnológica y empieza a controlar las infraestructuras estratégicas de medio mundo. Y hoy, como argumenta Antoni Puigverd, el mayor estrés de la potencia norteamericana está teniendo lugar en donde nadie lo esperaría, en su patio trasero, en Panamá donde China con su persistentes negociaciones diplomáticas e inversiones millonarias podría quedar como propietaria indirecta del canal de Panamá el más importante para el comercio norteamericano. El tablero mundial está agitado.

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