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En ocasión de celebrarse este domingo 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente, nos encontramos ante la encrucijada histórica de seguir impulsando el desarrollo económico y social, especialmente en los países del llamado “tercer mundo”, garantizando la sostenibilidad y la protección del medio ambiente.
Se trata de un gran desafío, especialmente si consideramos que durante el crecimiento y consolidación económica de los países industrializados no se tuvieron en cuenta, por desconocimiento, estos valores, sino que el proceso que llevó a la expansión de muchas de las mayores empresas del mundo se logró, a través de la depredación, la explotación desmedida de los recursos naturales, y la contaminación del medio ambiente.

Este proceso de industrialización de Europa y EE.UU. en principio, y más adelante del resto del mundo, nos trajo a la compleja situación que hace pocos días describía el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en el marco de la Cumbre sobre Medio Ambiente Estocolmo+50.
Según describió, más 3,000 millones de personas en el mundo están afectadas por la degradación de ecosistemas, las tasas de contaminación ambiental, especialmente del aire, causan alrededor de nueve millones de muertes al año, y más de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción.

Este trágico escenario medioambiental es sólo parte de un problema que, aunque parezca mentira, es mucho peor y más complejo: el cambio climático.

La amenaza que se cierne sobre el mundo, a causa de la subida de las temperaturas promedio globales, la acidificación de los océanos y la reducción del efecto albedo de la superficie terrestre, hace que para el año 2050, más de 200 millones de personas estén en peligro de verse desplazadas, y según el propio Guterres, “cerca de la mitad de la humanidad ya vive en zonas de peligro climático, por lo que tiene 15 veces más probabilidades de morir por efectos del clima como el calor extremo, las inundaciones o la sequía”.

Sanear el medioambiente, reducir la contaminación del aire, las aguas y suelos, proteger las especies vegetales y animales y garantizar su sano desarrollo, permitirá evitar la muerte de millones de personas y la extinción de otras tantas especies animales y vegetales que son necesarias para mantener el equilibrio de la vida del planeta.

En República Dominicana, estos esfuerzos son y deben ser atendidos desde las áreas ministeriales, que además tienen la responsabilidad, y la cumplen algunas veces mejor que otras, de proteger las fuentes de agua dulce; los santuarios naturales; y los bosques, que son refugio de millones de especies y que absorben grandes cantidades de dióxido de carbono, mitigando las causas del calentamiento global que genera el cambio climático.

Además, es su deber regular la explotación de los recursos naturales, ahora con mayor y mejor conocimiento de cómo reducir el impacto medioambiental de actividades económicas e industriales. Esta función denota el rol de ente regulador de actividades económicas, que incluyen a aquellas que pudieran afectar a los recursos costero marino, las áreas protegidas, parques naturales, entre otras.

Ese rol contralor y regulador es justamente lo que lleva a que sean otras instancias las que se encarguen de promover políticas para optimizar la producción y el uso de energía; tecnificar el riego agrícola para mejor aprovechamiento del agua; generar incentivos a la industria para modernizar los modos, materiales y productos para la producción o que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero; o superar el uso de combustibles fósiles, especialmente el carbón, en la generación de energía; entre otras políticas de Estado que conducen, sí, al mejoramiento de las condiciones medioambientales.

Estas políticas son y deben seguir siendo impulsadas desde órganos de gobierno, el sector privado y la sociedad civil, como la manera ideal de sumar valor agregado social y económico, bajo un paradigma de sostenibilidad, vista ya no como una meta, sino como la forma de hacer las cosas para generar el bienestar y seguridad requeridos para la vida individual, familiar y en sociedad.

Es por ello que, en este Día Mundial del Medio Ambiente, celebramos que República Dominicana no sólo ha crecido en su conocimiento y conciencia sobre el cuidado y protección de los recursos naturales disponibles en nuestro territorio, sino que, a pesar de las dificultades y los buenos y malos momentos de nuestra historia, hemos desarrollado un alto nivel de compromiso con el aprovechamiento racional de dichos recursos.

Aseguremos que el delgado equilibrio ecológico que hace viable la vida en nuestra isla esté garantizado a partir de una planificación flexible pero basada en resultados que sean medidos tanto en el bienestar de las personas como en las condiciones del medioambiente. Los retos son muchos, los problemas y dificultades siguen siendo múltiples, pero hemos demostrado que como sociedad, estamos determinados a seguir esa lucha.

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