En República Dominicana se han realizado 67 juramentaciones de presidentes a lo largo de su historia.

Cada uno de ellos ha dejado su estampa personal y, de una u otra forma, ha plasmado su huella en la creación cultural, social y política de la vida republicana.

Y esto parte del hecho de que en el caso de los mandatarios más destacados que han logrado afianzarse en el poder, el pueblo se ha podido identificar con ellos con algún apodo o simplemente su nombre o apellido. De ahí que en muchas ocasiones se formen escuelas de pensamiento o movimientos que aglutinan a las masas con los motes adoptados por la ciudadanía.

Por ejemplo, los seguidores del primer presidente constitucional de la República, Pedro Santana, se catalogaban a sí mismos como “santanistas”; mientras que los de Buenaventura Báez, “baecistas”.

Muchas veces estos seguidores se identifican con su líder bajo un nombre o apodo, y casi siempre esto ocurre cuando este suele ser un caudillo o un estadista de corte autoritario.

Por ejemplo, Ulises Heuraux, el más poderoso dictador del siglo XIX, era apodado “Lilís” y sus seguidores se hacían llamar “lilicistas”. No obstante, Gregorio Luperón, quien era el líder de la Guerra Restauradora, no arrastraba movimientos con su nombre sino directamente con su Partido Azul.

Otros dos presidentes que aglomeraron miles de seguidores bajo la sombrilla de sus nombres fueron Juan Isidro Jiménez y Horacio Vásquez, quienes se adversaron de manera radical en la política. Sus seguidores se autodenominaban “jimenistas” y “horacistas”.

En el caso del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, tanto sus seguidores como sus detractores, mencionan al “trujillismo” como toda corriente afín a su era. Incluso, todo ideario que se relaciona de una u otra forma con su accionar en el ejercicio del poder, aunque no venga directamente de sus partidarios, es catalogado como tal.

Eso se vio reflejado durante los 12 años (1966-1978) del doctor Joaquín Balaguer, época que fue especialmente turbulenta debido a la Guerra Fría que tenía al mundo sumido a una tensión permanente.
Aunque posteriormente, en su mandato de diez años (1986-1996), Balaguer tendría su propia corriente en lo que se denominó “balaguerismo”, de su figura nunca se alejaría el mote del “trujillismo” debido a su vinculación histórica.

Y es que el “trujillismo” usualmente se utiliza de manera despectiva para cualquier acto de represión y autoritarismo en la República Dominicana. Son tan fuertes sus raíces que muchos historiadores y sociólogos han asegurado que en la actualidad este no ha muerto; por el contrario, se mantiene intacto en algunas instituciones del Estado, sobre todo en la Policía Nacional, cuyas acciones en determinados episodios han provocado la indignación de la ciudadanía.

En tiempos de democracia

Con el auge de la democracia en el país, Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco aglutinaron a sus seguidores bajo el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Lo mismo ha ocurrido con Hipólito Mejía y ahora con el actual presidente Luis Abinader, en este caso con el Partido Revolucionario Moderno (PRM).

Esto también se replicó en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con Leonel Fernández y Danilo Medina, pese a que a menudo sus adversarios utilizan los téminos “leonelismo/leonelato” y “danilismo/danilato” para tildarlos de autoritarios y caudillistas.

Esto demuestra la evolución política del país en que, movimientos con nombres y apodos centrados en la figura de un líder, han ido perdiendo fuerza en el bestiario político nacional.

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