En las grandes ciudades de nuestro país inmediatamente cae un “aguacerito” calles se inundan de agua por falta de drenaje, su mala calidad, descuido de las alcaldías o la inconsciencia de ciudadanos que lanzan desperdicios en las vías públicas, que obstruyen el ingreso del agua a esos sistemas.

He observado La Ecológica, por ejemplo, cómo se llena de charcos en más de cuatro puntos cuando cae cualquier lluvia, en el tramo construido en los últimos años del gobierno del PLD, lo que provoca largos tapones, con las consecuentes demoras para los ciudadanos que transitan por esa vía y el gasto excesivo de combustible. Las inundaciones suelen afectar el tránsito de los conductores hasta tres días, luego de las lluvias. Sin embargo, se nota, a simple vista de cualquier persona, que esos charcos se forman en zonas bajas. Entonces, me pregunto cómo los expertos en ingeniería civil que ejecutaron esa obra no se percataron de esos desniveles, e incluyeron las soluciones necesarias para evitarlos, como la colocación de filtrantes en esos lugares o un mayor relleno.

También, al parecer, a esa vía de comunicación terrestre no le fue le construida la isleta de manera correcta. Adolece de ornamentos y divisiones necesarias, que han provocado las improvisaciones de retornos peligrosos para los conductores. Obras Públicas está solucionando esa situación, con la colocación de un muro central y otras adecuaciones.

Los US$29 millones “invertidos” por el gobierno pasado en la construcción de diez kilómetros de la primera etapa de esa vía, desde la Charles de Gaulle hasta Ciudad Juan Bosch, con distribuidores de tránsito, no fueron “suficientes” para ejecutarla de manera correcta.

Esos “descuidos”, repetidos por los constructores de decenas de obras en el territorio nacional a lo largo de nuestra historia, restan tiempo y recursos a quienes las pagamos, como somos los contribuyentes, y muestran la falta de supervisión de las autoridades responsables de hacerlo.

La brillantez de la construcción de la avenida Ecológica para la mejoría del tránsito y el constante desarrollo inmobiliario de Santo Domingo Este, que incluso el gobierno del presidente Luis Abinader la continuó, con su extensión y empalme con la autopista Juan Pablo Segundo (de Samaná), con una inversión de RD$420 millones, ha sido eclipsada por “los descuidos” de los ejecutores de la primera etapa.

Para evitar situaciones como las ocurridas con la mala construcción de la primera etapa de La Ecológica, los contratos de ejecución de obras del Estado, de cualquier tipo, deberían tener, si no los tienen, cláusulas de garantía por tiempo de vida útil, y si los tienen, hacer que se ejecuten, para obligar a las empresas contratistas a realizar bien las obras, por un uso correcto de nuestros recursos y el bien de todos los contribuyentes.

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