Ni “habilidades distintas” ni “habilidades especiales”, personas con discapacidad.

El pasado cinco de abril, en conmemoración del Día Nacional del Periodista, la Fundación Francina tomó la iniciativa de reconocer la labor de diez periodistas dominicanos que se han destacado por su tratamiento ético y profundo de temas relacionados con la discapacidad, la accesibilidad y los derechos humanos. Este evento no solo celebró los logros individuales, sino que también sirvió como catalizador para una reflexión más amplia sobre el papel crucial que desempeña el periodismo en el modelado de las percepciones sociales sobre la discapacidad.

En un mundo ideal, el periodismo es una herramienta de cambio social, que esclarece y desafía las percepciones públicas. Y, de hecho, la historia dominicana está llena de ejemplos en los que las investigaciones periodísticas han catapultado cambios trascendentales en materia de derechos, desarrollo y causas vitales.

Sin embargo, con frecuencia este ideal se aleja de la realidad, especialmente en el tratamiento de las informaciones sobre personas con discapacidad. A menudo, incluso de forma involuntaria, los medios perpetúan estereotipos nocivos que no reflejan la diversidad y la complejidad de las experiencias de vida de quienes vivimos con alguna de estas condiciones.

Estereotipos como la “pornografía de la pobreza”, donde la discapacidad se exhibe para evocar lástima, o la “porno de inspiración”, que presenta a las personas con discapacidad como heroicas simplemente por vivir con una condición física o mental, son narrativas comunes que necesitan ser desmanteladas. Y claro, hay que entender que una parte importante de los orígenes de estos relatos proviene de contextos culturales instalados durante siglos, por lo que tiene todavía más mérito la labor realizada por periodistas como los 10 que reconocimos la semana pasada.

Un dato que identificamos mediante el levantamiento hemerográfico que hicimos, fue que nueve de cada 10 publicaciones sobre discapacidad corresponden a notas de prensa. Esto sugiere una falta de diversidad en las fuentes de información. De aquí surge una situación preocupante, debido a que perpetúa una visión unidimensional de la discapacidad, que limita la capacidad del público para entender la plenitud de las vidas de la población que vive con discapacidad.

El abordaje de los medios hacia las personas, con discapacidad u otra condición social, tiene implicaciones profundas y de largo alcance. Un reportaje inadecuado puede reforzar la exclusión al sostener que la discapacidad es un asunto de incapacidad y dependencia, en lugar de destacar los obstáculos sistémicos que limitan la participación de las personas en la sociedad.

Por otro lado, un periodismo cuidadoso y contextualizado puede educar al público, influir en las políticas públicas y fomentar un ambiente de mayor inclusión. Lo hemos visto antes, investigaciones con diversidad de fuentes, bien documentadas desde el punto de vista técnico, y con análisis de datos han permitido crear políticas públicas, iniciar procesos judiciales o transformar las vidas en comunidades y en familias completas.

Así, podemos dimensionar el impacto social de estos temas al precisar que el 12.41% de la población dominicana tiene alguna forma de discapacidad, de las cuales, el 56% son mujeres. Y si tomamos sólo el eje educación, podemos darnos cuenta de las desigualdades al constatar que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples de 2022, solo el 6.0% de las mujeres con discapacidad alcanzó estudios superiores, en comparación con el 13.8% de los hombres con condiciones similares.

Por escenarios como estos, es crucial que los medios de comunicación utilicen su plataforma para desafiar las percepciones anticuadas y promover un diálogo que pueda influir positivamente en la política y la opinión pública. El impacto de los medios en la percepción pública es poderoso, y un enfoque bien fundamentado puede ayudar a desmontar estereotipos obsoletos y fomentar una integración social más efectiva.

Para contrarrestar perspectivas estereotipadas es esencial adoptar un enfoque de reportaje que centre las voces de las personas con discapacidad, que las trate como sujetos activos y no como objetos pasivos de discusión. Esto implica una inversión en periodismo investigativo que explore las causas estructurales de la discriminación y la exclusión, en lugar de simplemente reportar sobre ellas.

Además, es crucial que los periodistas se capaciten en el uso de un lenguaje que respete la dignidad de las personas. Usado incorrectamente, el lenguaje puede perpetuar estigmas o paradigmas; basta con ver escenarios en los que todavía a quienes tenemos discapacidad nos dicen “personas con habilidades distintas” o “con habilidades diferenciadas”, dos términos que expresan la distancia y la segregación que por siglos ha limitado el desarrollo óptimo de grupos vulnerabilizados.

Por eso, nos propusimos realizar un estudio profundo sobre este tema. El próximo cinco de abril 2025, pretendemos presentar en detalle nuestros hallazgos, y esperamos que sean mucho más positivos que los recogidos en este primer intento.

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