Esa misteriosa consigna que parecería que a unos les toca y a otros no, aparenta responder al albur, su esencia no se puede descifrar; constituye la incógnita en la que no existe nada predeterminado ni tampoco explicación plausible, cual si fuese una mariposa inquieta que, a su libre albedrío y por puro capricho, se posa en una cabeza y desdeña a las demás.

Es el imán que atrae en los juegos de azar para lograr los sueños de riqueza que, de otro modo, son imposibles. El camino corto del menor esfuerzo y la mayor recompensa, el espejismo que se cree alcanzar por eventos del destino, la justificación del fracaso ante su ausencia. Sin embargo, la suerte no se tiene, se hace, se construye y se atrae, no llega sola como la Providencia, se provoca para que permanezca, si es que pudiera considerarse que, como tal, realmente exista.

Si acaso, es fruto de la perseverancia, de la fe, de la persistencia y del enfoque hacia una meta deseada. Porque aun la belleza no es accidental, es constancia, sacrificio y una buena dosis de genes que, de cualquier forma, hay que saber mantener. El dinero no llega por una serie de sucesos fortuitos, se capta con el esfuerzo para obtenerlo y saberlo conservar y fructificar; la inteligencia de nada sirve sin que se cultive, se actualice y se aplique a casos concretos para que brille sobre la ignorancia; de poco vale el acceso privilegiado a las fuentes de investigación, sin proyectar su utilidad para que sea consumido por el mundo.

La buena fortuna no es estar en un lugar y momentos determinados, mientras ese cúmulo de circunstancias no trascienda acompañado de un plan y de una estrategia para sacarles provecho. No se trata de superstición, de evitar al gato negro o al espejo roto, tampoco de un golpe inesperado o de un trébol de cuatro hojas en manos de algún dichoso porque, tras aquel que le va mejor y exhibe una historia de éxito, hay un recorrido sacrificado de peldaños (de los que a veces se ha caído para volver a levantarse) que poco tienen que ver con la casualidad, aunque sí con la causalidad en que el efecto se ha conseguido por un esfuerzo previo que lo impulsa.

Y es que “la suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad “ (Darrel Royal). No es una flecha lanzada al viento, en cambio, sí el arco de aquel que la sostiene, la impulsa, se enfoca y la lanza para que llegue al blanco.

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