Alberto Cortez, cantautor y poeta que nunca morirá; aunque ya no esté entre nosotros, escribió la canción-elegía más emblemática, dolorosa y sentida que uno vive “Cuando un amigo de va…”; pues describe ese desgarrón y dolor insondable que nos embarga ante la partida de un amigo.

Ese dolor lo he vuelto a vivir ante la partida, a destiempo, de quien empezó como mi abogado y luego como mi amigo: el licenciado -abogado- Juan Sena, quien fuera un profesional del derecho de una inquebrantable reciedumbre ética-moral imposible de ponderar con palabras, pues su vida y accionar era una correspondencia biunívoca con la honestidad, la integridad y don de gente que caracterizó su vida. Algo de difícil ejercicio entre aquellos que toman como oficio la toga y el birrete -y no quiero, !Dios me libre!, que ningún abogado se ofenda, pues charlatanes los hay en todas las profesiones-.

Conocí al amigo Sena vía la recomendación de otro entrañable y honesto amigo y abogado, también político, Daneris Santana, pues me urgía que un abogado, serio y honesto asumiera la defensa de mis derechos adquiridos ante una desvinculación al margen de la ley que, además, me colocaba, sin ton ni son, en la deshonrosa calificación de “botella”, a pesar de las evaluaciones excelentes de mi desempeño profesional que el mismo ministerio de exteriores -por los canales correspondientes- cada año hizo. Sin embargo, ni la ley ni esas evaluaciones fueron tomadas en cuentas, sino las estrictamente políticas como suele ocurrir en países subdesarrollados y donde la persecución política es costumbre.

Así conocí al amigo Sena, y en ese trayecto de trajines y tratos -entre el abogado y su defendido-amigo-, pude aquilatar la capacidad, la honestidad y la entrega con que el licenciado Sena defendía y hacía valer lo que la ley consagra logrando, a pesar de la tardanza de una justicia no tan ciega, ganancia de causa en primera instancia emanada del Tribunal Superior Administrativo que luego fue apelada, por el Mirex, en la Suprema Corte de Justicia -donde se ventila y reposa- con la intención de dilatar el proceso; y si volviese, en buena interpretación y apego de ley, a ratificarse en la SCJ, casi no tengo duda de que será recurrida ante el Tribunal Constitucional para, luego, de tener, otra vez, ganancia de causa -por las mismas razones de justicia y jurisprudencia-, seguramente, será desacatada como otras tantas porque el interés, en mi caso como en otros, es, estrictamente, de carácter político-persecutorio. Pero, se obvia u olvida que todo abuso de poder es transitorio!

Sin embargo, quiero olvidarme de si tendré éxito o no en mi caso, y volver al amigo y abogado Juan Sena, pues su impronta de vida personal y profesional es más trascendente que un fallo que, aunque espero a mi favor, jamás me devolverá al ser humano que traté y aquilaté en estos últimos años tan duros y difíciles de su vida personal -pérdida de su esposa y madre de sus hijos, quebrantos de salud y espera- que supe acompañarle hasta el triste y doloroso desenlace de su partida esta semana.

Al final solo me queda, decirle: hasta luego inolvidable amigo y abogado Juan Sena, siempre llevaré conmigo tu inquebrantable fe en Dios, honestidad e integridad; y a tus hijos, mucha paz y conformidad, pues tuvieron de padre a un ciudadano ejemplar, hombre de fe y digno, pero, sobre todo, honesto como el que más!

¡Amigo Sena, hasta siempre; y que en paz descanse!

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