A medida que nos acercamos a las elecciones municipales del 18 de febrero, la participación ciudadana emerge como el pivote sobre el cual debe girar el desarrollo urbano. Esta contienda electoral no es sólo una rutina democrática; es una oportunidad vital para inculcar la esencia de una gestión urbana que refleje las aspiraciones y necesidades de sus habitantes.

El concepto de ciudadanía, intrínsecamente vinculado al derecho a la ciudad, se manifiesta como una fuerza de cambio. En esta elección, cada voto es un eco de demandas por ciudades más inclusivas, equitativas y sostenibles. Los candidatos y sus propuestas deben ser examinados a través de este prisma: ¿cuán profundamente involucran a la ciudadanía en la toma de decisiones y en la configuración de las políticas urbanas?

El crecimiento y la planificación de nuestras ciudades no pueden seguir siendo el dominio exclusivo de una élite técnica o política. La urbanización debe ser un proceso participativo, donde cada ciudadano, con sus distintas necesidades y visiones, contribuya al diseño y al mantenimiento del tejido urbano. El desarrollo urbano, por lo tanto, debe transitar desde un enfoque top-down a uno más inclusivo y colaborativo.

Nuestra historia reciente tiene casos claros de políticas que surgieron por inspiración y no por consulta. Por citar sólo tres, están el Zooberto, un culto a la personalidad que hoy únicamente genera noticias por la vandalización de ese espacio. La ciclovía, una buena iniciativa, pero en la que a nadie se consultó y que luego fue sólo un atajo para delivery en motores. Y claro, la famosa réplica de la Torre Eiffel en la plaza de la bandera.

En ninguno de estos casos, se consultó a la ciudadanía. Un equipo político o técnico pensó que era una buena idea y decidió emprender políticas que hoy forman parte del anecdotario tragicómico de la gestión de gobiernos locales en el Gran Santo Domingo.

Con el 18 de febrero en el horizonte, el electorado enfrenta una elección trascendental. No se trata solo de seleccionar a quienes gobernarán nuestras ciudades, sino de respaldar una filosofía de desarrollo urbano que centre a los ciudadanos como sus arquitectos fundamentales. La elección de propuestas que encarnen este principio es un paso decisivo hacia la construcción de ciudades más habitables y humanas.

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