El cineasta argentino Pablo Trapero dirige cine de observación. Sí, porque es difícil decir de alguien que “dirige cine” de tal cosa y que le salga tan bién como a este cineasta argentino. Y una vez más muestra su maestría en los planos secuencia. Así es como planta su marca en cada uno de sus filmes: secuencias de gran intensidad dramática, filmadas sin corte en un juego escénico de exquisito lirismo. Ahora bien, esa tendencia y/o marca es claro que no obedece a una necesidad de expresarse como artista, sino de búsqueda de la narrativa que mejor exprese a sus personajes y el contexto, incluso cuando la trama gana gran evolución, son los personajes los que más le inquieta desplegar. En ocasiones, como esta, el local donde se desarrolla la trama es un barrio que actúa como personaje, es un edificio que marca el límite entre dos mundos: el marginado y el privilegiado. Cada personaje es valorado, y se muestran sus cuestiones, su subsistencia, lo más subterráneo de su ser. Así es como nace de una realidad lacerante y escatológica, aquello que percibimos como arte, la maestría de matizar con otros matices la lucha de un vecindario por subsistir. Y los personajes lidian tanto contra sus prejuicios como de los demás. Sinopsis: Mientras trabaja junto a su amigo y colega de toda la vida en la construcción de un hospital para los habitantes de una barriada de Buenos Aires, un sacerdote con problemas encuentra consuelo en una joven trabajadora social atea. Pues bien, Elefante Blanco es una metáfora, como título y como película. Pero no se engañe porque vea un cura luchando por el bienestar de una comunidad, pues a fin de cuentas, no es el cura ni de la iglesia de quien habla –es trapero–, y es del ser lleno de contradicciones que llevamos dentro. Por eso es que el filme logra una inmersión de la platea, zambullida que solo termina con los créditos del filme. Su narrativa circular y fatalista acompaña a los personajes y sabemos que aún termina el filme esos individuos continúan en una batalla inmensa en la aventura de vivir, porque es que se quedan en la cabeza durante un tiempo, o surgen por acaso cuando te topas con otra historia más de Trapero. Porque es un cine que retrata lo brutal y anal del individuo, de ese fruto social de las junglas de piedras llamadas ciudades. Con ese título en Netflix.

HHHH Género: Drama. Duración: 106 minutos.

Posted in Crítica Cine

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