Sin proponérselo, por obvias razones, Abinader tuvo mucha suerte al adelantar el mensaje con el anuncio de su repostulación presidencial, pese a que tumbó ese mismo domingo el impacto noticioso de su presencia en la Parada Dominicana en Manhattan.

Sobra decir que nadie se alegra de esa suerte. Ni el presidente Abinader, ni el Partido Revolucionario Moderno; ni nadie que tenga corazón y alma.

Pero lo cierto es que la meta del mensaje de repostulación del domingo era sorprender a la oposición asando batata, como dicen por ahí, al punto de sacrificar mediáticamente el evento en Nueva York. Sin embargo, cuando todo pinta que te está saliendo de mil maravillas en el aspecto político, puedes lanzarte hacia el abismo, caer parado y quedar sin rasguños.

Y es que esta semana República Dominicana ha vivido una tragedia con un saldo de muertos y heridos, quizá sin precedentes, justo en la semana en que Abinader anunciaría su ya sabida repostulación.

Como dije hacia arriba, está demás confirmar que este escrito no busca politizar la tragedia ni mucho menos, pero las realidades… realidades son.

Si Abinader esperaba hasta el miércoles 16 de agosto para anunciar su repostulación desde Pedernales, como muchos pensaron que haría, las circunstancias serían irrisorias.

A cinco días del siniestro en San Cristóbal, el país está en shock. Nadie está pendiente a la política y quienes han desfilado solo para mercadearse han sido ignorados totalmente.

El país está centrado en las víctimas y sus familiares. El pueblo se siente conmovido por esta desgracia que llena de grima a las comunidades que viven entre estaciones de gas, fábricas de plásticos y otros establecimientos que resultan ser una amenaza por igual.

Pero el que Abinader lo haya anunciado un día antes de que ocurriese el devastador evento, les quitó el peso a sus asesores de trabajar en un mensaje que no lesionara la sensibilidad de la familia dominicana en medio del dolor y el desconsuelo.

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