Nada resulta más intrincado que tomar decisiones colectivas en un medio tan politizado como el dominicano, donde cada individuo se cree dotado de las condiciones suficientes para meterse en todo, aun cuando sea un ignorante precisamente de todo.

Estamos plagados de consejeros sin ser solicitados y orientadores sin brújula que se dedican —más bien nos dedicamos— a postular sobre lo que se debe hacer en cada circunstancia, “porque al poder no se le debe dejar solo sin que se desborde”.

¡Vaya usted a saber!

En medio de un ambiente enrarecido y tóxico llegó el momento de que el Consejo Nacional de la Magistratura se enfrentara a la tarea de seleccionar a los cinco jueces del Tribunal Constitucional que van a sustituir a los magistrados salientes tras 12 años de ejercicio.

Todo el que opinó sobre este proceso que acaba de completarse, lo hizo desde una posición interesada, sean políticos, sociedad civil o comunicadores.

Y me inscribo en ese grupo, pues tenía mi particular simpatía o aspiración de que dos buenos amigos, juristas de alto calibre, íntegros, doctrinarios, fueran seleccionados por el Consejo: Namphi Rodríguez y Fidias Aristy.

El primero quedó fuera. El segundo fue escogido. Ya habrá otra oportunidad para el amigo Namphi, dueño de una recia formación constitucional que trasciende el territorio.

Del flamante magistrado Aristy tendremos la ocasión de valorar su desempeño en el TC, sobre el cual no me cabe ninguna duda, deberá estar a la altura de las expectativas de la sociedad a la que ha servido por décadas.

En lo que respecta al proceso en sí, el presidente Luis Abinader declaró que la selección de los nuevos magistrados fue acertada, destacando que no siempre se logra que todos los miembros del Consejo de Magistratura endosen las designaciones.

Y esto es correcto, pues no podemos olvidar que el CNM está integrado en forma mayoritaria por dirigentes políticos que, si bien pudieran simular que no tienen intereses particulares, no es más que una pose, pues desde el momento en que representan a partidos políticos, allí mismo se perfilan esos intereses.

De modo que seleccionar el TC ideal será siempre una quimera, porque a lo sumo se puede llegar a la composición posible, dentro de la cual —como aseguró el presidente de la República— es un gran avance conseguir lo mejor en cada proceso.

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