Una nueva oportunidad de cambios y transformaciones en materia de seguridad se abre para Haití, manifiesta en el compromiso asumido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de aprobar una misión liderada por Kenia y apoyada por varias naciones que ven con preocupación la degradación de la crisis de inseguridad y como esto tiene un impacto directo en los demás ámbitos de desarrollo en el país más pobre del continente americano.

Las autoridades políticas dominicanas alcanzaron su cometido, pues con su discurso reiterativo lograron que la comunidad internacional prestara atención a lo que está aconteciendo, desde la óptica de que el problema haitiano no solo es un riesgo para nuestros intereses nacionales, sino que tiene el suficiente potencial para calificarse como una amenaza regional o continental.

Los días venideros serán determinantes para conocer como se articulará definitivamente la misión de seguridad y el alcance que tendrá, llama la atención que la ONU es enfática en aclarar que no será la responsable de esas operaciones, como sí lo fue de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), quizás para evitarse eventuales cuestionamientos y problemas de imagen, como los recordados escándalos sexuales y el manejo inadecuado de las aguas residuales que dieron origen al cólera en 2010.

Indistintamente de su grado de responsabilidad en esta misión, su nombre ya está comprometido, porque en su seno se aprobó la misión y el organismo tiene como reto no repetir errores del pasado cometidos en Haití y en otros países donde ha desarrollado operaciones de cualquier tipo.

En ese orden, Haití requiere de otras acciones puntuales para lograr la sostenibilidad en el tiempo de la ansiada seguridad ciudadana, empezando por enfrentar el monopolio de la violencia que tienen las bandas criminales.

Asimismo, aumentar la cantidad de efectivos de la Policía Nacional de Haití (PNH); sanear las filas, a propósito de los vínculos que se les atribuyen a los distintos niveles de mando con esas organizaciones delincuenciales y la connivencia con la que operan; así como mejorar la capacitación y tecnificación de los miembros del cuerpo del orden, tomando en cuenta la realidad del país, sus riesgos y amenazas.

De acuerdo con medios de prensa internacionales, en México se están entrenando 550 policías, mientras que otros 110 más están en proceso. Cabe recordar que existe una experiencia previa sobre este tema, pues 39 efectivos policiales recibieron entrenamiento de protección a dignatarios en Ecuador en 2014, durante la Administración de Rafael Correa.

Al margen de esta muestra de apoyo y colaboración por parte de México, ningún otro país latinoamericano ha mostrado interés en aportar a la solución de la crisis haitiana. Es buen indicio que países que son miembros de pleno derecho de la Comunidad del Caribe (Caricom) están en disposición de enviar agentes. Haití desde siempre ha contado con una buena coyuntura dentro de ese mecanismo, que aglutina mayormente a países del Caribe anglófono.

No está demás decir que en Haití hay una serie de temas pendientes de solución que tomarían principalía, por sus complejidades, entre ellos, la definición del panorama electoral, pues es probable que cuando se logre controlar el accionar de las bandas armadas, el liderazgo político opositor que curiosamente se percibe anquilosado, se rearticule para desde las calles y otras tribunas exigir la celebración de elecciones generales que le permitan acceder al poder por la vía democrática, teniendo como principal limitante la falta de institucionalidad, porque las principales entidades están caducas, como es el caso del Parlamento; y acéfalas, esa es la situación que atañe al Consejo Electoral Provisional (CEP), entidad que tiene la responsabilidad del montaje, desarrollo y emisión de los resultados comiciales.
Desde la República Dominicana observamos con esperanza esta nueva iniciativa de la comunidad internacional, convencidos de que contribuirá con la paz y la estabilidad en Haití. La decisión de la ONU crearía las condiciones para una frontera más tranquila y segura, lo que impactaría favorablemente en la dinámica de las relaciones bilaterales.

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