Ecuador se encuentra a escasos días de redefinir su futuro político, con la celebración del balotaje previsto para el próximo domingo 15 de octubre, en el que medirán fuerzas los candidatos del correísta Movimiento Revolución Ciudadana, Luisa González, quien quedó en primer lugar; y de la conservadora plataforma Acción Democrática Nacional, Daniel Noboa, el cual ocupó el segundo lugar de las preferencias electorales y a la vez fue la gran sorpresa, porque se perfiló muy distante de esa posición en las encuestas.
Fue inusual el periodo hábil para el proselitismo político electoral; las actividades en las calles y otros espacios públicos fueron mínimas, tras la expectación y el temor derivado del asesinato a tiros del candidato Fernando Villavicencio, un evento lamentable que tiñó de sangre la campaña política de cara a la primera ronda de las elecciones y cuyo móvil, al igual que los responsables, se ha tornado complejo de establecer, más ahora que los 6 ciudadanos colombianos que guardaban prisión por el hecho fueron asesinados recientemente. Las hipótesis abundan, a raíz de las supuestas declaraciones del único de los sicarios que sobrevive, que estaba detenido en otro lugar y que habría delatado al autor intelectual.
La guerra de encuestas y la propaganda política están servidas en las redes sociales, debido a que la legislación electoral prohíbe la difusión de estudios de opinión pública en los medios de comunicación tradicionales desde el 5 de octubre, cuando faltan 10 días para la celebración de una segunda vuelta en la que los candidatos pugnan por conquistar a los indecisos y a la juventud, segmentos que concentran parte del grueso de los votantes.
En tal sentido, las encuestas de mayor prestigio auguran un éxito indiscutible a Daniel Noboa, al proyectarlo con un 56.1 % de intención de voto; mientras que Luisa González, alcanzaría un 43 %. Llama la atención que cuando faltan tan pocos días para las elecciones, el segmento de los indecisos ronda el 22 %, aunque esto no necesariamente se traduzca en abstención, porque el voto es obligatorio por mandato constitucional. Los que no sufragan reciben una sanción económica y carecen del certificado de votación, el cual es requerido para realizar diversos trámites.
Estos porcentajes podrían fluctuar dependiendo del curso de los acontecimientos en los días que restan para los comicios, aspecto que jugaría un papel determinante en los indecisos. En cuanto a los perfiles de los candidatos, se resaltan algunos aspectos interesantes. En el caso de Luisa González, es abogada, con una carrera política dilatada, pues fue congresista por la provincia Manabí y ocupó varios cargos en los gobiernos de la izquierda progresista liderada por Rafael Correa.
En lo referente a Daniel Noboa, es un administrador, empresario del sector bananero y excongresista que desde joven está inmerso en las lides de la política. Tiene un perfil de político conservador, que intenta aglutinar el voto anticorreísta.
En ese tenor, el nuevo mandatario ecuatoriano tiene entre sus retos los siguientes: reformar el sistema penitenciario, que está obsoleto, con una sobrepoblación carcelaria controlada por la delincuencia organizada transnacional, a propósito de la operatividad de los cárteles de la droga; reducir los índices de la delincuencia, la corrupción y el desempleo, los peores problemas de Ecuador, según un trabajo de campo publicado este 2023 por el portal Statista; ir bajando la tasa de homicidios, que se ubica en 20 por cada 100 mil habitantes; y socializar el alcance del supuesto acuerdo concertado con los Estados Unidos, que permitiría el envío de tropas militares terrestres y marítimas para combatir las operaciones del narcotráfico, porque aparte de que la iniciativa se ha abordado con cierta discrecionalidad, se debate el aspecto del marco jurídico que la sustenta.
Asimismo, enfrentar con más entereza las amenazas a la biodiversidad; y procurar una mayor integración de los pueblos indígenas, que desde hace tiempo piden reformas económicas y sociales que les favorezcan. Para ello será indispensable lograr la cohesión política y social, para devolverle la estabilidad a una nación que en los últimos meses ha enfrentado situaciones convulsas.
