Maravillado por un texto sobre la envidia, publicado en el Listín Diario el 21 de mayo del 2014, encontré en mis archivos la columna con la que traté entonces sin éxito de conseguir que alguien me informara acerca de la identidad de ese exégeta que escribía periódicamente en ese medio con el seudónimo de “Félix Bautista”, sin que nadie pudiera sacarme de mi infame ignorancia.

Confieso que nunca antes había tenido ante mis ojos un recuento tan detallado de las diferentes interpretaciones que figuran sobre ella en la Biblia, y en otros textos de famosos autores, y me dije a mi mismo fascinado: “He ahí, por fin, a un verdadero autor; a un exquisito intelectual en pleno y absoluto dominio de la literatura universal”. Con qué finura y precisión este hombre pone al descubierto la maldad humana y la forma en que ella nos corrompe, con su enorme capacidad para desconocer el éxito del contrario, a aquél que milagrosamente logra superar un mundo de escasez y restricción y elevarse a las alturas, apenas con la sola y única oportunidad que se deriva de una función pública.

Y me pregunté: ¿A quién se referirá este sabio intérprete de las Sagradas Escrituras? ¿Quién será el modelo de ser ejemplar que este brillante y anónimo escritor nos retrata en esos párrafos maravillosos sobre el más terrible de los sentimientos humanos, que él define como la envidia? ¿Quiénes serán los envidiosos y resentidos, negados por la ceguera de la envidia, esa serpiente venenosa que destruye el interior de los individuos, a reconocer los méritos del gran ciudadano que ese autor anónimo nos presenta como un modelo? ¿Quién me saca de mi imperdonable ignorancia?

¿Será un émulo de Duarte, el Patricio? ¿La reencarnación masculina de la madre Teresa? ¿O acaso se trata de la mutación de un profeta bíblico o el propio Redentor, aquél que murió para salvar al mundo del pecado? ¡Qué adorable pluma se esconde en un seudónimo!

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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