La República Argentina, vasta en recursos naturales y materias primas, considerándose la tercera economía de Latinoamérica, transita por momentos borrascosos que generan incertidumbre en la población, a raíz del incremento desproporcionado de los precios de los productos de primera necesidad, la inestabilidad en la tasa cambiaria, la devaluación de la moneda y el excesivo endeudamiento externo, factores que tienen repercusiones negativas en los diferentes ámbitos de desarrollo e interés nacional.

En medio de este panorama adverso se desarrolla una campaña política aguerrida, en la que trasciende como favorito el ultraderechista candidato presidencial del partido La Libertad Avanza, Javier Milei, quien se perfila como un fenómeno en la política argentina, pues al margen de lo controversial y poco común de su personalidad e imagen, es un outsider que ha logrado granjearse un apoyo popular en poco tiempo, que le permitió alzarse con el 30 % de los sufragios al presentarse por primera vez en unas elecciones nacionales.

Faltando mes y medio para la primera vuelta electoral, diversas encuestas proyectan que Milei quedaría en primer lugar, alcanzando una votación de entre un 35 % y un 38 %, garantizando su participación en el balotaje.

La popularidad de Milei hay que observarla partiendo de la incertidumbre y la inconformidad ciudadana ante el actual estado de las cosas y el futuro poco esperanzador que se perfila.

El descrédito y el desgaste del liderazgo y los partidos políticos tradicionales han beneficiado el proyecto político del economista, que se ha convertido en una novedad al encarnar las esperanzas de cambio de muchos argentinos. Indiscutiblemente, el aspirante apuesta por el voto de castigo o el voto del descontento, que ha calado en otros países que han atravesado por situaciones coyunturales de difícil manejo para sus autoridades políticas.

En tal sentido, Milei viene construyendo una imagen de político frontal, arriesgado y polémico en sus declaraciones. Su proyecto plantea cambios trascendentales en la macroeconomía de Argentina y en la forma en que se gestiona la política.

El aspirante de ultraderecha no ha tenido reparos en advertir que romperá relaciones comerciales con Brasil y China, ambos países integrantes de los Brics, al que tampoco va a incorporar a Argentina, “porque no hace negocios con comunistas”.

Para poner en contexto la importancia de las citadas relaciones comerciales, se hace constar que Brasil es el principal socio comercial de Argentina, seguido de China; ambos países no se pueden menospreciar ni subestimar, por lo que representan en el comercio global.

Tratando de convencer al sector privado de su proyecto político, Milei construye un discurso basado en la decadencia del modelo económico de Argentina, responsabilizando a la “casta política”, por la gran cantidad de dinero que percibe por concepto de intermediación y el uso desmesurado del gasto público.

Con sus declaraciones, el candidato Milei coloca de frente a dos sectores relevantes de un país con grandes riquezas y una asfixiante crisis económica que se refleja en sus altos niveles inflacionarios y de endeudamiento externo, que ponen en riesgo la estabilidad presente y futura de la nación.

El discurso de Milei puede calar en los sectores económicos y sociales más afectados por la crisis económica y los que se resisten al cambio, provocando una polarización que iría aumentando en la medida en que se aproximen las elecciones presidenciales.

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