Tiene méritos en el país el refrán de que las cosas son según el cristal con que se miren, que se revalida en el diario vivir ya que la escala de valores está tan dislocada que el malvado para unos es a su vez el héroe de otros. Una montaña de moralidad en un “mundo”, es un villano en el de otros. Esas diferencias abonan el terreno para que no florezcan y se carezca de valores sociales positivos y que exista, además, orfandad de paradigmas. Son prácticas que siembran la sensación de que “na e’na” y, por ejemplo, dan pábulo a letras como las del tango Cambalache: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor”; y “lo mismo un burro que un gran profesor”.

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