La crisis diplomática entre Canadá y la India, que se considera la más grave en su historia, trasciende en el contexto internacional y genera sorpresa por tratarse de dos países que se mantienen alejados de conflictos, y que se caracterizan por ser referentes de trabajo y productividad en áreas tan estratégicas como la seguridad alimentaria, por la cantidad de rubros que producen.

El impase tiene componentes políticos y religiosos, incluso resulta relevante en materia de seguridad nacional, si observamos detenidamente el trasfondo del origen, que fue el señalamiento del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, de que había: “Información creíble que vinculaba a agentes del Gobierno de la India con el asesinato a tiros de Hardeep Singh Nijjar”, de 45 años, un ciudadano canadiense de ascendencia india, mientras se encontraba fuera de un templo en Surrey, en la provincia de Columbia Británica.

Hardeep era un líder dentro de la comunidad sij, una religión monoteísta de ideología separatista, que propugna por la independencia de la región de Punyab, para que se convierta en la República Federal de Jalistán.

El portavoz de Exteriores indio, Arindam Bagchi, fue enfático al afirmar: “Canadá tiene una creciente reputación como paraíso seguro para los terroristas, los extremistas y el crimen organizado, por lo que necesita buscar su reputación internacional”.

Desde entonces, ambos países decidieron el retiro de una parte de su personal diplomático. La escalada del conflicto se debió a la disposición de las autoridades de la India, de suspender la emisión de visado a los ciudadanos canadienses.

El Gobierno de la India considera terrorista al movimiento sij y ve con preocupación el auge que está tomando en territorio canadiense, donde los independentistas realizan sus actividades sin represión alguna. Y es que 770 mil de 1.4 millones de ciudadanos indios y sus descendientes en Canadá se identificaron afines a la religión sij, en el censo de 2021.

Los conflictos entre las autoridades indias y los sij han generado muchas muertes, se recuerda la masacre derivada de la Operación Estrella Azul, puesta en marcha en los primeros días de junio de 1984, en la ciudad de Amritsar, Punjab, con el objetivo de eliminar a los militantes sijes, que fue una medida muy controvertida en el escenario internacional y que motivó el magnicidio de la primera ministra, Indira Gandhi, en octubre del mismo año.

Las dudas se ciernen sobre las motivaciones del primer ministro Trudeau en realizar declaraciones de tal naturaleza, que han contribuido a elevar las tensiones entre los dos países hasta alcanzar un punto sin precedentes. Inclusive, se han pospuesto las negociaciones comerciales que habían estado agendadas para llevarse a cabo en Nueva Delhi durante el mes de octubre.

Queda observar cómo los líderes de ambas potencias navegan el conflicto para lograr una resolución amigable, necesaria para salvaguardar las relaciones comerciales y evitar la generación de pérdidas económicas importantes en las principales industrias exportadoras de los dos países.

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