libro el mundo que quedó atrás
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Una epidemia de piojos estuvo a punto de terminar con la revolución bolchevique en los difíciles días del 1918. La plaga sacudió los cimientos del régimen que entonces libraba una batalla decisiva contra los remanentes del zarismo.

Eran tiempos difíciles para Lenin y sus seguidores. El verano de 1918 fue terrible, dice Víctor Alexandrov en su libro Los Misterios del Kremlin .La guerra civil era violenta: revueltas, insurrecciones, motines, a los que se añadieron el hambre y el tifus que estalló en junio y duró casi hasta mayo de 1921. En la lucha contra los piojos los bolcheviques pusieron tanto empeño como en la guerra. Las proclamas instaban a combatirlos tanto como al enemigo zarista. Lenin hizo una importante exhortación personal. En la puerta Troitzki de Moscú, los bolcheviques colocaron una pancarta gigante recordando los deberes del ciudadano soviético. Estaba firmada por Lenin y decía: “¡Camaradas! ¡El piojo vencerá al socialismo o el socialismo vencerá al piojo! ¡Todos a luchar contra los piojos!.

El espíritu revolucionario fue puesto a prueba. Recursos materiales y humanos fueron restados al esfuerzo de guerra para reforzar la lucha contra ese enemigo feroz que amenazaba la victoria bolchevique. Muy pronto, la plaga de piojos se extendió sobre toda Rusia. Al hambre, el frío y la metralla en los campos de batalla de una guerra civil que entonces se encontraba en su etapa más intensa, se unió este nuevo elemento de muerte. Los soldados rojos y los campesinos caían por efecto de las balas y los piojos. La situación impuso nuevos sacrificios. La batalla contra la plaga adquirió las características de una cruzada patriótica. “Gigantescas hogueras”, escribió Alexandrov. “En ellas se arrojaron confusamente ropas sucias, vestidos y otras prendas”. Los comisarios del pueblo partieron a la guerra contra los piojos hacia las regiones más atrasadas de Rusia.. En todo el largo período de consolidación de las metas revolucionarias, desde el triunfo mismo del golpe leninista contra el gobierno de Kerenski en octubre de 1917, hasta la terminación de la guerra civil contra los blancos en 1921, ningún otro año fue tan crítico para los bolcheviques como el de 1918.

En ese período surgieron varios intentos para derrocar a los soviets. La situación moral y económica del país era deplorable. Los estragos de una costosa guerra contra Alemania habían desangrado a la nación y creado un ambiente de frustración sumamente peligroso para los objetivos de Lenin y sus seguidores. La desmoralización que abatía a millones de rusos no era la mejor garantía para asegurarles a éstos los sacrificios y la devoción que sus planes requerían. Como la revolución no estaba aún fuerte, Lenin necesitaba el respaldo de sus aliados circunstanciales del partido de los socialistas revolucionarios. Sin embargo, la paz de Brest- Litovsk, que había puesto fin a las hostilidades con el Kaiser, le había enajenado el apoyo de éstos. Los socialistas revolucionarios consideraban una traición el armisticio con Alemania y planearon la caída de Lenin. A comienzos de julio estalló la revuelta.

Los muros del Kremlin sintieron la sacudida. Apoyados por tropas letonas, los socialistas revolucionarios cercaron el palacio del Sovnarkome. Los días finales del bolchevismo parecían cerca. Sitiados dentro de los muros de las antiguas moradas de los zares, los líderes de la revolución parecían próximos a una rendición. Mientras los socialistas revolucionarios debatían la suerte de sus enemigos y la orientación del nuevo régimen, Trotsky tuvo tiempo de acudir nuevamente en auxilio de sus compañeros, desde el frente de batalla en el interior, y doblegar la ofensiva contra Lenin. La lucha contra los piojos duró, sin embargo, mucho tiempo. Con la epidemia de tifus, llevó a la tumba a cientos de miles, quizás millones, de rusos en todo el país. Los bolcheviques invocaron el fervor revolucionario para combatir la epidemia pero en los hechos necesitaron algo más que ideología para acabar con los piojos.

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En la que pudo ser su última entrevista con periodistas, Julián Gorkin, reveló en 1987 a la revista española «Cambio» 16 aspectos desconocidos y fascinantes de su vida como revolucionario y anarquista. Poco antes de fallecer en París, a la edad de 86 años, Gorkin, cuyo verdadero nombre era Julián Gómez García, dio detalles inéditos de su rompimiento con la Unión Soviética, tras el asesinato por órdenes de Stalin del dirigente comunista Andrés Nin, su salida del Partido Comunista Español y las causas que motivaron la fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), durante los años de la guerra civil española.

Sin embargo, los aspectos más espectaculares de su relato, lleno de vida y rico en detalles, se refieren a sus juicios sobre el comunismo soviético, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la actitud de numerosos intelectuales, escritores y poetas marxistas frente a los crímenes de Stalin y el despotismo soviético. A la pregunta de cómo de revolucionario comunista profesional se convirtió en un luchador por la libertad y combatiente de todo tipo de dictaduras, el viejo revolucionario respondió: “…era inevitable. Después de los procesos de Moscú, que la GPU, la policía secreta de Stalin, pudiera hacer algo semejante en un país en plena guerra civil (el asesinato de Nin, entre otros), torturando a antifascistas porque se negaban a declararse agentes de Hitler, era para reflexionar. Pero, más tarde, lo que más me dolió fue la impunidad con que se desenvolvían entre la izquierda hombres como José Bergamín y Pablo Neruda, que habían aplaudido esos crímenes”. Gorkin hizo severos juicios contra ambos en esa entrevista postrera: “Bergamin escribió un prólogo a un libro que sirvió de excusa para justificar los ataques contra nosotros”.

El relato de Gorkin adquiere aun mayor colorido cuando añade: “un día, después de la guerra, lo encontré (a Bergamín) en un café en Brasil, y cuando hizo un gesto para ocultarse no pude aguantar y le dije: “¡no te ocultes, cabrón. No voy a escupirte la cara como mereces!”. Sus juicios sobre Neruda, el fallecido poeta chileno, son todavía más severos. “Pablo Neruda fue quien dirigió la campaña contra nosotros (los del POUM) en Latinoamérica. Boicoteaba nuestros actos y jaleaba a través de la prensa comunista a la gente, presentándonos como agentes imperialistas. El, que cuando murió Stalin le recordó con un poema monstruoso en el que se decía que tras su muerte los océanos se pararon. Neruda era despreciable”. Gorkin atribuía un interés mercurial al comportamiento revolucionario de Neruda. “No hacía nada si no le pagaban”, decía en la entrevista y recuerda que el propio Fidel Castro, cuando le hablaron de llevarle a La Habana para dar una conferencia, dijo: “es un burócrata demasiado lujoso para un país pobre”.

El viejo revolucionario español definió el triunfo de Felipe González como el fin de la herencia franquista y la consolidación de la democracia en España, calificándolo como un “político realista”. Sin embargo, destacaba que el error del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de González, a su entender garrafal, fue el pretender ingresar en el Mercado Común Europeo sin entrar plenamente en la OTAN. “La OTAN es una trinchera fundamental para la defensa de Europa y de las libertades”, afirmó Gorkin en la entrevista poco antes de su muerte. “Hasta que no se resuelva ese problema no se tomarán en serio a España, sobre todo teniendo en cuenta que la península ibérica es una de las posiciones estratégicas para la defensa de la Europa comunitaria”. Con respecto al líder soviético Mijail Gobachov, Gorkin sostuvo: “no es una cuestión decisiva. No importa quién esté en el Kremlin, la mecánica del aparato estatal, partido único, impone siempre el totalitarismo.

La Rusia soviética sigue dedicando a armamento la mayor parte de su presupuesto. Por eso la OTAN es una trinchera para la defensa de Europa. Sin el arsenal atómico de Norteamérica, Europa no tiene garantía alguna”.

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