Llevo contado que en la campaña electoral de 1966 salí juyendo y voceando Juan Bó, Juan Bó, Juan Bó, atrás de él, y que no detuve la marcha, agrego ahora, hasta que el propio Juan me expulsó sumariamente del PLD en 1976, junto a un grupo de compañeros de Santiago ante los que era yo el activista nacional que los coordinaba.

Reclamábamos que la dirección del partido decidiera si éramos o no un partido de liberación nacional, como se pregonaba, pues no percibíamos que lo fuera.

José Joaquín Bidó Medina y Franklin Almeyda fueron a Santiago grabadora en mano a interrogarnos, y les reiteramos la posición y expusimos otros puntos relacionados.

En mi caso Bosch me acusó de ser un infiltrado del MPD, y cuando le demostré que no era así, alegó que yo pertenecía a los Comités Revolucionarios Camilo Torres, todo porque era amigo de Amín Abel, Otto Morales (asesinados en los 12 años de Balaguer) y Radhamés Abreu (viudo de la querida Ana María Acevedo) en el primer caso, y de Octavio Rivera, Miguel Coco, Leonardo Mercedes y otros dirigentes camilistas.

Lo cierto es que desde mi ingreso formal al PRD en 1967, siempre fui perredeísta, y luego perremeísta, hasta el día de hoy. Pero toda la vida abrevé en las fuentes del socialismo, al punto de asumir como filosofía el materialismo dialéctico y la aspiración de socializar los medios de producción.

Llegué hasta las prédicas del socialismo real, pero nunca acepté la idea de que a los pueblos les fueran conculcados sus derechos individuales y sociales, especialmente la libertad de movimiento y de expresión del pensamiento.

Mas al ver cómo en los países socialistas los altos dirigentes y sus allegados terminaron apropiándose de los medios de producción y ponderando que sus prácticas totalitarias persistieron en hacerse irreconciliables con las libertades, terminé con eso, y me abrigué en la social democracia, que tiene sus defectos, pero es perfectible, mejorable.

Con el Conejo Malo y la Tokischa esa y otros de su especie, me pasa que me gusta buena parte de su música, su irreverencia, la resistencia a acatar rigurosamente parte de los patrones del poder.
De hecho me gusta el sonido de Tego Calderón, y de Omega, de Ozuna, Mozart Lapara, Karol G. y otros intérpretes de los ritmos modernos.

Pero soy radicalmente renuente a las obscenidades, que no agregan valor espiritual, no enriquecen la imaginación, no enfrentan la inequidad, ni los derechos de la gente, ni alimentan esa dulzura del alma y los sentidos que es la sensualidad.

No sé qué diablos suma Tokischa a la inteligencia o a la creatividad humana y a los valores y los derechos cuando dice que es una perra en calor que anda buscando otro perro para quedarse pegada con él; no me jodan.

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