Esta enfermedad, conocida desde mucho tiempo como enfermedad crónica, no constituyó un problema de salud en los tiempos coloniales, básicamente por las condiciones de la vida en aquellos tiempos. La situación cambió en la medida del progreso de la humanidad que acarreó una debilidad de los seres humanos asociada a enfermedades como el paludismo o la fiebre amarilla. Una situación puntual tenía que ver con las guerras cuya secuela de hambre y penurias puso en situación de gran debilidad a las poblaciones de todo el mundo.

En nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX las guerras también resultaron en un incremento de los casos de tuberculosis. La presencia de la enfermedad llegó a cifras alarmantes hacia los años de 1940, según relata el doctor Rafael Miranda en su Historia de la Medicina. La tuberculosis y el paludismo eran, al entrar la segunda mitad del siglo XX, las enfermedades que mayor morbilidad y mortalidad producían en nuestra población. Por estas razones el 12 de enero de 1044 se fundó el consejo nacional de la tuberculosis, en que se integraron un grupo de médicos especializados como era el caso de los doctores Rodolfo de la Cruz Lora, Sixto Inchaustegui, Manuel Rodríguez Jiménez, Manuel Cordero Moscoso y Vittorio Orttori.

El doctor de La Cruz Lora, estudió en La Habana tisiología, la especialidad médica que se dedica al estudio de la tuberculosis, quien estudio junto al doctor Rafael Martos, eminencia en la materia con fama mundial. El doctor Inchaustegui era en 1944 secretario de Salud y Previsión Social y había sido director del Sanatorio Infantil El Santo Socorro. Era además director de la Revista Médica Dominicana y profesor de Tisiología en la facultad de Medicina de la Universidad de Santo Domingo. El doctor Rodríguez Jiménez era el director del sanatorio Antituberculoso doctor Martos. El doctor Cordero Moscoso había sido también director del Sanatorio, y el doctor Orttori era el director del Sanatorio Infantil El Santo Socorro y tenía estudios especializados en esofagoscopia y broncoscopía.

Según el libro antes citado del doctor Miranda, el doctor Hostos Fernández Naranjo, profesor de Tisiología de la Universidad de Santo Domingo era el director de la división de tuberculosis de la Secretaría de Salud y Previsión Social. El doctor Fernández Naranjo fue el precursor en la cirugía torácica en nuestro país. Esa Dirección trabajó arduamente vacunando con B.C.G. a más de 300,00 pacientes y realizó cerca de medio millón de pruebas de tuberculina, P.P.D. La campaña contra la enfermedad de la tuberculosis se dirigió a todo el país mediante la creación de dispensarios antituberculosos en todo el país y a la utilización de unidades móviles. Además de la prevención y vacunación un grupo de especialistas se destacaron como cirujanos ante las lesiones de la tuberculosis. Los doctores Luis Ma. Bonnet, Hernán García Godoy, Francis Lizardo, José Joubert y Bienvenido Matos, laboraron junto al doctor Rodríguez Jiménez con gran dedicación y ahínco a favor de los pacientes.

A medida que han mejorado las condiciones de vida de los dominicanos ha disminuido el número de pacientes afectados debido a las medidas de prevención implementadas. En el primer informe de la recién creada Secretaría de Sanidad en 1921, no se reporta la tuberculosis como un problema severo. Sin embargo en años siguientes la emigración haitiana trajo casos de enfermedad sobre todo en el sur del país. Como hemos dicho a mediados de los años 1940 se encontró un aumento de los casos que ha ido descendiendo desde entonces. La calidad de los servicios médicos de los que hoy disponemos y la eficacia de los medicamentos hacen lejanos los días oscuros de la tuberculosis.

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