El libro “The cultural Cold War” o Cultura de la Guerra Fría, de la inglesa Frances Stonor Saunders tiene todas las respuestas sobre el arte de los años 60, que se perpetuó hasta hoy.

Poco se sabía de las razones de la evolución del arte después de la II Guerra Mundial. Hasta entonces el arte dio saltos, cambios colectivos desde dentro, desde los artistas mismos. Los impresionistas de la segunda mitad del siglo XlX (1800) reaccionaron ante la rigurosidad de los jurados que cada vez más impedían buenas obras de arte. Ellos, además de crear una corriente, organizaron el “Salón de Independientes”. Ese era el cambio paulatino y normal sin imposiciones fuera del arte.

Apareció la “Revolución Industrial” que absorbió el arte y lo convirtió en una mercancía más cuyo valor no era la calidad sino la firma de un famoso fabricado. Pero después de la ll Guerra Mundial el mundo se dividió en dos, tanto física, política como ideológica y culturalmente.

Los que fueron aliados para combatir el facismo alemán pasaron a ser rivales de manera absurda. Occidente quiso borrar el esfuerzo y costo de la URSS que impidió que Hitler y el nazismo dominaran el mundo.

Por eso este libro es importante porque se basa en documentos desclasificados y nos muestra detalles de lo que muchos sospechábamos hace tiempo, principalmente por las denuncias de Josep Renau, ministro de Cultura de la España Republicana en guerra contra el nazismo residual que se mantuvo al mando de Franco.

Entre 1950 y 1967 operó el “Congress for Cultural Freedom” o “Congreso para la Libertad Cultural” dirigido por Michael Josselson de manera ultra secreta con un presupuesto millonario suministrado por la “Central Intelligence Agency” como un mecanismo de propaganda del gobierno de Harry Truman y sucesores como se puede leer en el “link” al final sobre cómo la CIA admitió el uso del arte como arma. Se abrieron oficinas en 35 países de manera encubierta para que no se conociera abiertamente, el verdadero propósito: desacreditar a la URSS.

Se crearon 20 revistas de prestigio y amplia difusión, con “críticos” pagos y “especialistas” en arte que además eran parte de un vasto programa de conferencias. Se eligieron los nuevos artistas validados, por esos críticos, en las publicaciones citadas. Y se agregaron numerosos premios a esos pintores.

La misión estaba clara, había que darle un golpe mortal a la intelligentsia de Europa Occidental para que se alejara de la fascinación con el marxismo y el comunismo cuando el heroísmo soviético se manifestó contundentemente frente a los alemanes de Hitler. Había que impulsar una visión atractiva al “american way of life”. Henry Kissinger llamó a esta estrategia política “an aristocracy dedicated to the service of this nation”, por los principios y más allá de las cuestiones partidarias para involucrar tanto a demócratas como republicanos. Había que borrar la historia misma de esa ll Guerra Mundial y presentar a los que limpiaron a los alemanes, como los verdaderos héroes. ¡Qué rivalidad más absurda! Cuando hay espacio para todo el mundo y cada país que adopte la política que le convenga sin joder a los demás.

Esta batalla cultural tenía como armas, periódicos, agencias de prensa, libros, conferencias, seminarios, exposiciones y premios.

Joseph Beuys fue clave en Europa para apoyar el proyecto. De piloto nazi pasó a ser un “gran artista sensible a la deforestación” que él mismo contribuyó con sus bombardeos y que Gabriel Orozco, privando en gracioso, ha seguido y aplaudido por miles de alcahuetes.

Muchos intelectuales ni siquiera sabían que la CIA estaba detrás de todo, aunque sí aceptaron los dólares para escribir lo que quisieran a favor de “la libertad”.

Esta organización fue la responsable de la caída del Premier Mosaddegh de Irán en 1963, de Jacobo Arbenz en Guatemala en el 54, de la invasión de Bahía de Cochinos, del golpe a Bosch y del programa Phoenix en Vietnam.

Estaba tan encubierto todo que ni siquiera George Dondero, en el Congreso, lo sabía. Él era un fuerte opositor y pensaba que América no podía estar representada por este arte que al final los debilitarían frente al mundo.

Willen de Kooning, que ya había hecho experimentos de “arte abstracto expresionista”, trabajaba con otros amigos en el “Federal Arts Projet”, como Pollock, que había trabajado en el taller del pintor comunista, el mexicano David Alfaro Siqueiros, elegidos como los máximos exponentes de este Congreso dirigido por Josselson y subvencionado por Roosevelt.

El razonamiento era que el Abstracto Expresionista era el arma ideal contra el comunismo. Era el “arte silente” porque no decía nada, era el “símbolo perfecto de la libertad”. Como los soviéticos seguían apegados a los principios del arte, el abstracto chocaba con ellos. Es así como se determina que el arte contrario a la URSS era el de Pollock, pero además este arte tenía que tener un representante netamente americano, no un europeo y Pollock encajaba en la imagen requerida de macho, taciturno, con apariencia de vaquero de pantalones jeans y el cigarrillo de lado como el hombre Marlboro. No un oficinista del este citadino, ni un ex alumno universitario, sin influencia de Picasso, Matisse o los notables europeos del arte moderno, y, por supuesto, con sello de borracho que le dio Hemingway en “Paris est une fête”.

Pollock reunía esas condiciones, aunque no montó caballo ni una sola vez en su vida, pero era poseedor de una imagen reforzada por Marlon Brandon y James Dean.

Lo que en un inicio fue un simple experimento fue apoyado financieramente para que se mantuviera esa línea de “trazos libres” y sin sentido. Cada “obra” iría a los prestigiosos museos, según el plan.
El crítico Clement Greenberg se desbordó en elogios sobre Pollock. La maquinaria del “Congress for Cultural Freedom” estaba muy bien engrasada con millones de dólares, a pesar de la depresión económica.

En 1947 se presentó en Paris y Praga la “Advancing American Art” o “Arte Americano de Vanguardia” con Georgia O’Keeffe, Adolph Bottlieb, Arshile Gorkyy otros. La muestra no fue un éxito porque, desde el Congreso, Dondero la denunció como mediocre.

La CIA se dirigió al sector privado, la vanguardia del arte, principalmente el MoMa de Nelson Rockefeller dueño del Chase Mahattan Bank. Al MoMa se le quedó el “mommy’s” (mami) desde el 1929 por la madre de Nelson, Alby Aldrich.

Rockefeller pensaba que premiando a los pintores izquierdistas se pasarían al nuevo “movimiento por la libertad”. Diego fue invitado a exponer su segunda muestra individual en el MoMa. Expuso dos veces y es cuando Nelson le encarga un mural sin condiciones, de la libertad del artista. Terminado el mural Nelson le pidió, cortésmente, a Rivera que le borrara el Lenin de su desagrado y Diego, cortésmente, se negó. Se le pagó $21, 000 dólares y Rockefeller lo destruyó. La libertad no daba para tanto. Diego, con sus bocetos, lo repitió en México y obviamente que no se sumó al paquete de “pintores libres”.

Tom Braden apoyaba la idea de Clement Greenberg de subvencionar a los artistas como hicieron en el Renacimiento. Él creía que había que insistir en “adoctrinar” la gente para que aceptara, no lo que ellos querían o pensaban que querían, sino lo que tendrían que tener, porque “la gente es ignorante y no entiende de arte” o como expresó Kissinger y Vargas Llosa cuando Allende y Pedro Castillo ganaron en sus países respectivos, “la chusma no sabe votar”. Es así, con ese apoyo monetario que la CIA le dio forma al “Expresionismo Abstracto”. Era el arte perfecto para combatir el arte “rígido” de los soviéticos y ridiculizar el Realismo Socialista. Esto atrajo a los jóvenes pintores que veían el facilismo de este nuevo arte, que no requería academia, ni experiencia de ningún tipo, pero no sabían que solo los guruses seleccionados podían vender y entrar en su ranking de cotizados. Ellos no, porque no tenían a los críticos del “Congress for Cultural Freedom” que los valorara. Solo era validada la “genialidad” de Pollock, de Motherwell, Rothco, Stella, Warhol, más un etcétera limitado.

Lograron su objetivo al hacer pasar su “arte” y engañar, no solo al gran público, sino a varias generaciones de jóvenes artistas, que creyeron que haciendo cualquier disparate entrarían al ranking de millonarios y famosos.

El MoMa operó bajo estos criterios con el concurso de William H. Jackson del departamento de “Psychological Strategy Board”.

Después de ese golpe de estado al arte, aparecieron dos caminos: uno que es la continuación de este movimiento y que sigue sumando “artistas” y exponiendo basuras y, el otro, que va por la línea de la creatividad inteligente, basado en una estética que evoluciona y enriquece el arte.

Al parecer, nosotros, paisito pequeño y copión, repetimos la moda aquí, y el Ministerio de Cultura y la Escuela de Bellas Artes, en los diferentes gobiernos, no hicieron nada a favor del arte más que hacerse los “munditos con sus carguitos” y sus presupuestitos. Ahora “los conocemos” aunque vengan “disfrazao y gediondo a bacalao”. Esa política se refleja hoy en el ambiente cultural, o lo poco que queda. ¡Fo! l
(continuará)

https://www.independent.co.uk/news/world/modern-art-was-cia-weapon-1578808.html
https://news.artnet.com/art-world/artcurious-cia-art-excerpt-1909623
https://www.theransomnote.com/commentary/news-commentary/cia-admit-to-using-modern-art-as-a-weapon/

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